Mientras caminaba lentamente por lugares ligeramente conocidos, tuve la sensación de estar viviendo un sueño, un momento en el que supe que la realidad hallada frente a mis ojos era ilusoria. Entonces decidí hablarle a la gente, y contarles lo que sospechaba, pero para mi sorpresa noté cierta incomodidad en todos, y una de las cosas que más llamó mi atención, era que la gente no podía mirarme a los ojos, me esquivaban la mirada, y esto me hacía más segura de lo que gritaba mi subconsciente. El hombre que me acompañaba unos minutos después por un centro comercial, se desconcertó cuando le dije lo mismo, tenía que forzarlo para que me viera a los ojos, y se reía ante mi ocurrencia, pero para mí era algo muy real, y mientras más lo pensaba, las personas de alrededor más incómodas se ponían. Yo estaba convencida de lo que sentía, navegando en los confines de mi mente, dentro de una realidad paralela que formaba parte de mi propia imaginación nocturna.
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