miércoles, 25 de octubre de 2017

La llegada de la zigueña (Historia)

Un camino de 20 horas para conocerla. Contracciones cada 5-10 minutos que no pararon si no hasta llegar la noche. 4 horas en el hospital, de las cuales 2 fueron destinadas a pujar. Las sensaciones que tiene el cuerpo durante el parto son muchas. No hubo anestesia y todo parecía transcurrir en un instante eterno. A continuación los detalles de la historia de mi parto 08-10-2017:

Eran las 2:30am cuando comenzaron las primeras contracciones que traerían al mundo a mi niña. Era un domingo de madrugada y queríamos ver la película Wonder Woman ya que usualmente dormíamos hasta medio día o más los domingos. Algo me decía que eligiera dormir, pues en cualquier momento podría tener las contracciones. No hice mucho caso a mi intuición y pagué las consecuencias durante las próximas 20 horas sin poder descansar. Efectivamente, las contracciones comenzaron a mitad de la película y me daban cada 5 a 10 minutos. Decidí acostarme adormir en la medida de lo posible y anotar las contracciones en una aplicación móvil que parecía ayudar a entender el ritmo de las mismas.

Llegaron las 11am y mis contracciones seguían cada 5 minutos. Se suponía que ese era el tiempo indicado para ir al hospital. Decidí llamar al hospital para preguntar si ya era tiempo de ir. Me indicaron que si las contracciones eran cada 5 minutos debía ir por un chequeo. Mi esposo llevó los bolsos al carro y manejó hasta al hospital mientras mis contracciones se ponían cada vez más intensas. Cuando llegamos al hospital una enfermera me chequeó y y midió el cuello del útero. Solo tenía 1cm de dilatación y el procedimiento de medición me pareció inesperadamente abrupto. Habían pasado 9 horas desde el comienzo de las contracciones, y la idea de tener 1cm de dilatación solamente me parecía injusto. Me ofrecieron la opción de esperar en el hospital o regresar a casa hasta que las contracciones se presentaran cada 3 minutos. Decidí irme a casa y esperar.

Llegamos a casa y mi esposo puso la bañera a llenar con agua tibia. Una de mis amigas venía en camino para traerme un dispositivo que prometía hacer las contracciones más llevaderas. Era un dispositivo eléctrico llamado TEN, emitiría unas vibraciones en la espalda para "aliviar" las contracciones cada que se presentaran.

Tomé mi baño de agua tibia o más bien caliente para contrarestar las sensaciones del útero en contracciones. Pasé allí alrededor de dos horas, agarrada de las barandas del la bañera en cada contracción e intentando anotar las contracciones en la aplicación móvil (lo cual me era dificil hacer estando en el agua y con contracciones tan cercanas una a la otra). Quería estar sola, y mi esposo solo entraba a llevarme más agua caliente y a ver cómo seguía el progreso de las contracciones. No parecían haber cambios en los tiempos, pero las sensaciones aumentaban.

Al salir de la bañera mi esposo me puso la máquina TEN en la espalda y comencé a probarla por varias horas en diferemtes partes de la casa. Estuve un tiempo en cama, en el mat deyoga, en el sofa, etc hasta que definitivamente sentía que debíamos ir al hospital. Eran aproximadamente las 5pm y la enfermera me había dicho anteriormente que podía esperar en casa alrededor de 3 o 4 horas más antes de entrar en verdadero trabajo de parto ... Ya había pasado mucho más de eso y las contracciones se presentaban cada casi 2 o 3 minutos.

Mi esposo volvió a sacar el carro y manejó hasta el hospital que quedaba como a 20 minutos de casa. Tener contracciones en un carro en movimiento no es lo más idóneo para una mujer en trabajo de parto pero era mejor que esperar 5 horas en un hospital lleno de mujeres gritando de dolor a la espera de los 4cm de dilatación o parto activo). Me agarraba de la parte superior de la ventana del carro durante cada contracción. Me puse los lentes de sol (porque aparentemente menos luz mantiene los niveles de oxitocina adecuados para un parto) y me imaginaba que todo el que me veía por la ventana pensaría que estaba poseída por algun espíritu, pues mi cuerpo se movía de manera incontrolable ante cada contracción mientras llegábamos al hospital.

Al fin llegamos al hospital y tuve que caminar hasta la recepción. Me parecía la caminata más larga del mundo, y debía detenerme cada vez que venía una contracción. Literalmente, no podía caminar durante cada contracción. Cuando llegamos a recepción ya no podía hablar y mi esposo fue quien dio mis datos y me llevó hasta el centro de enfermería donde me volvieron a chequear. Ya tenía 6cm de dilatación y me aceptaron en el cuarto privado de parto activo, donde tendría a mi bebé. En este punto, ya estaba considerando tener una epidural para aliviar las sensaciones tan intensas. Sin embargo ya tenía mi plan de parto escrito y firmado por las enfermeras. En éste especificaba que prefería un método de alivio que aquí llaman "Aire y Gas" pues no quería que me ofrecieran epidural.

Así fue que me acostaron en la camilla y me permitieron usar el tubo con aire y gas, que me marearía un poco pero ayudaría a hacer las contracciones más llevaderas. Al final de cuentas es una especie de droga que te distrae del dolor o lo hace más llevadero sin anesteciarte. Así fue, y en combinación con la máquina TEN, mi cuerpo experimentaba las contracciones un tanto diferente. Todo me daba vueltas y me empezaba a dar gracia ciertas cosas que pasaban en el cuarto. Este gas te dopa un poco. Al principio vomité toda el agua que había tomado durante la tarde. Pedí disculpas a la enfermera, pero ella se mostró muy comprensiva. Ya estaba mareada y le pedí a mi esposo que trajera perfume porque odiaba el olor a vómito que había dejado. Me trajo el perfume y roció el cuarto con él, lo cual me dio mucha gracia y me hizo sentir mucho mejor. El aroma del perfume lo podía percibir 100 veces más intenso de lo usual... Quizás por el extraño gas que recibía.

Eran las 6pm y tenía que esperar a la dilatación necesaria antes de comenzar a pujar como nunca antes en mi vida. Pedí que quitaran la música de la habitación y dejaran la luz a poca intensidad. Me acompañaba mi esposo y la enfermera. Todo parecía borroso. Ante cada contracción debía respirar el gas y me parecío pertinente apretar el tubo con los dientes mientras emitía un sonido bastante animal como para darme alivio. En ocasiones sentía que hacía sonidos de lobo o perro bajo luna llena. También le apretaba la mano a mi esposo ante cada contracción. Tenía algunos minutos de descanso en los cuales podía hablar, pero a medida que aumentaba la dilatación dejé de conversar.

Llegado el momento de pujar, todo parecía irreal, como en un sueño profundo que no podía controlar del todo. Me quitaron el gas para estar más activa y preparada para traer mi bebé al mundo. Mi esposo me ayudaba a ser consciente de mi respiración y a pujar de la manera indicada. Me ponían pañitos de agua fría en la cara y así cambiaba de posición intentando que mi bebé terminara de posicionarse para salir. Ya su cabeza estaba en el canal de parto y podía sentir su cabello cuando ponía mi mano por abajo. La bolsa se rompió casi al final del parto, y el sonido de su ruptura me asustó un poco. Fueron dos horas de pujo y no tuvieron que ponerme puntos, pero el momento de su salida (10pm) fue bastante intenso y llegué a pensar que me había roto, pero no fue así.

Finalmente, mi niña salió y me la pusieron en el pecho. Mi esposo cortó el cordon umbilical de la bebé. Sentí la humedad de su piel, su calor corporal y presencia. Un momento tan indescriptible como mágico. Me limpiaron y dejaron a solas con mi bebé y mi esposo. Donde antes había dolor llegó una sensación de alivio y amor total por ese nuevo ser que había llegado al mundo. Una niña muy despierta me acompañaba, con sus ojos abiertos de par en par, así estuvimos compartiendo piel a piel como por 1 hora, hasta que la enfermera volvió para terminarla de limpiar y vestir. Nos trajeron una mesa con comida y té. Estaba hambrienta y comí lo suficiente para recargar energías. Fue un gesto muy especial por parte del hospital, consentirte con comida despues de aquel trabajón que es parir...

Deseaba volver a casa lo más pronto posible, pero tuve que esperar. Me quedé dos noches en el hospital hasta que nos dieron de alta. Fueron dos largos días de espera en el que quedé bajo observación junto con otras mamás y bebés. Llegado el momento mi esposo volvió y nos trasladamos a casa con la nueva integrante de la familia. Una nueva aventura comenzaría, ahora como padres, nuestro mundo dio un giro de 360 grados. No hay marcha atrás. Es un contrato sin papeles. Una responsabilidad basada en el amor que se siente por un hijo. Y ahora es que comienza el verdadero reto.

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